Tuve que llegar a Octavio Paz para averiguar algo que no había notado antes. Cuando la poesía quiere subir a la luz, a la superficie para vivir como pide, requiere, en ese momento es tarea del poeta dar un nombre al descubrimiento, dar un nombre a las cosas que descubre en el mismo momento en el cual escucha la voz de la poesía: que es
la voz de la belleza, divina, que vive en el hombre. Esta es la lección de Octavio Paz, que me perdí antes de leerlo.
Nombras el árbol, niña.
Y el árbol crece, lento,
alto deslumbramiento,
hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña.
Y las nubes pelean con el viento
y el espacio se vuelve
un transparente campo de batalla.
Nombras el agua, niña.
Y el agua brota, no sé dónde,
brilla en las hojas, habla entre las piedras
y en húmedos vapores nos convierte
......
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