"En América Latina el pensador o el escritor es además un combatiente por la verdad, un combatiente por la justicia, un combatiente por su verdad. es esa imagen todavía del hombre vinculado como contestario del poder como aguafiestas, es como dice Mario Vargas Llosa el aguafiestas de la sociedad. El escritor o el intectual que se precie quiere ocupar un lugar en su sociedad, quiere que su voz se oiga y no solo que se oiga a través de sus libros sino también de los artículos que estén en la prensa"
Las palabras de Tomás Eloy Martínez me hacen pensar en un gigante del combate intelectual, en San Agustín, que en un momento de desplome del mundo, de la caída de una era, se convierte en el combatiente de una intelectualidad cristiana que evidentemente quiere poner orden en un mundo, en decadencia y total derrumbamiento.
El escritor, el filósofo, como el santo, son combatientes que, en general, se preocupan por la afirmación de la verdad en la sociedad, y quieren que se oiga su voz.
Es verdad que la literatura en América Latina es una literatura más politizada, que a diferencia de la literatura europea, comparte autores que tocan más frecuentemente temas políticos. La literatura europea del último siglo se ha en manera exponencial convertido cada vez más en una literatura de desvinculación politica, hasta el puncto de llegar a la nada absoluta de nuestros días. Después de Camus, ¿quien más ha encarnado el escritor que lucha por cuestiones sociales y políticas? Pasolini, y muy pocos otros.
Por esta razón, hoy el escritor debe volver a ser una figura que combate por cuestiones políticas o religiosas. El escritor debe ser ante todo un combatiente por la verdad, por la justicia y por la lucha contra la propaganda periodista unilateral del pensamiento único que ha perdido completamente la dirección y se ha vuelto loca.
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