Οἴδαμεν δὲ ὅτι τοῖς ἀγαπῶσι τὸν θεὸν πάντα συνεργεῖ εἰς ἀγαθόν, τοῖς κατὰ πρόθεσιν κλητοῖς οὖσιν
Scimus autem quoniam diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum, his, qui secundum propositum vocati sunt.
Oportebat enim ut eis adderetur etiam experimentorum disciplina, a quibus tam diu fuerat neglecta verborum.
Scimus autem quoniam diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum, his, qui secundum propositum vocati sunt.
(Romani 8.28)
Por eso tenemos que esperar, desarrollar los componentes que nos lleven a escuchar la voz de Dios, a saber identificar la composición íntima de la realidad para ver la obra de la mano que nos acompaña. En la historia de la vida cotidiana vemos las señales de cómo esa mano acompaña y ayuda.
En la prueba diaria, en la experimentación está la presencia de esa mano. No en las palabras.
"De hecho, era apropiado que se añadiera la enseñanza de la prueba para aquellos a quienes la enseñanza de la palabra no había sido suficiente durante mucho tiempo."
(San Agustin, La Ciudad de Dios I, 10, 2).
En este sentido, el libre albedrío es el desarrollo de los componentes capaces de reconocer el signo de la mano que nos pone a prueba para guiarnos.
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