Hoy es Navidad. 25 de diciembre de 2023.
Cuántas Navidades... Cuántas Navidades en mi vida... Pero ni siquiera las recuerdo. Ninguna estaba feliz. Ni siquiera una cuando era un poco más feliz que el promedio. Ni siquiera una que yo recuerde.
Viví, viví tanto... que ni siquiera siento que he vivido.
Y ahora comienza el final. Me siento cerca del final. Es el principio del fin.
Mis recuerdos se han vuelto tan débiles, son tan débiles que ya ni siquiera puedo verlos ni oírlos. Murieron dentro de mí... ¡NO! No están muertos. Están enterrados. Están enterrados bajo capas, una capa tras otra. Capas de materia negra, fina e impalpable. Impenetrable.
Ellos yacen enterrados. Descansan, profundamente enterrados. Pero no descansan en paz. Están inquietos. Quieren vivir. Mendigan para ganarse la vida. No toleran su estatus. Una condición de espera indeterminada que es una agonía.
Tienen la naturaleza de un animal salvaje, agazapado en una emboscada, esperando pacientemente a su presa. Y luego la naturaleza del salto. Ese salto felino, repentino, les hace resurgir de la guarida en la que estaban acurrucados, preparados, aunque hambrientos.Son como agujeros negros en los que toda la información se traga y se guarda, no se destruye.
Se salvan a sí mismos y nuevamente están listos para informarse cuando llega el momento de un nuevo estado.
Y revivir.
Pronto será primavera. La nieve se derretirá en esta parte del mundo. El frío aflojará su control sobre el cuerpo. Y tal vez estaré a salvo. Tal vez los recuerdos no me perturbarán por un tiempo, como me perturban en la oscuridad cuando cae temprana, y el gris del cielo es uno con el blanco de la nieve que cubre esta tierra helada, y los ojos se vuelven ciegos y no pueden ver dónde comienza uno o termina la otra.
Quizás —yo también sobreviviré este invierno. Sobreviviré a los recuerdos de una nueva Navidad.
Cada Navidad es una transfiguración. Me transfiguraré de nuevo en algo más viejo pero más preparado.¿No es más preparado el que ya no teme a la muerte porque día a día convive con los recuerdos de sus muertos?¿Es la muerte inminente la que cambia los colores de los recuerdos? Lo que ya no los hace tan urgentes sino sutiles, invisibles e insensibles.
Colores negros, como la oscuridad inescrutable que cae a principios del invierno en este reino de hielo del norte.
Y se han vuelto tan inescrutables que presto aún menos atención al malestar que depositan en los pliegues del cuerpo, y al desasosiego que el espíritu causa a mi alma, por sus gritos ahogados que imploran por la vida.Durante todos estos años los guardé en mí. Los mantuve vivos. ¿Qué será de ellos cuando yo termine? ¿Dónde acabarán ellos? ¿Y quién me mantendrá vivo como yo los he mantenido vivos a ellos?
Los veré morir tibiamente, como me veo, yo, morir tibiamente.
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