Pensar en la muerte nos hace saborearla, saborearla antes de que suceda.
También debemos coexistir con quienes murieron, porque pueden vivir dentro de nosotros, así que podemos experimentar esas almas muertas en nuestra mente, huesos, piel y sangre.
Los muertos nos hablan, comen con nosotros, respiran con nosotros, duermen con nosotros.
Son la microbiota de nuestra vida.
Aunque no podemos estar con quien muere en el momento de su fallecimiento, porque la muerte es soledad, podemos estar con ellos después de su muerte y con ellos hablar cada día.
Estos diálogos con ellos nos guían "hacia". El hombre tiene "el sentido del hacia" desde sus primeros días de existencia en el mundo, y el lugar donde se acabará el "hacia" es la muerte.
La muerte no se experimenta en la muerte del otro. La muerte del otro es simplemente una referencia, un eco del "hacia".
La muerte se experimenta en el diálogo con los muertos que nos comprometimos a mantener vivos en nuestra interioridad.
Aunque no podemos estar con quien muere en el momento de su fallecimiento, porque la muerte es soledad, podemos estar con ellos después de su muerte y con ellos hablar cada día.
Estos diálogos con ellos nos guían "hacia". El hombre tiene "el sentido del hacia" desde sus primeros días de existencia en el mundo, y el lugar donde se acabará el "hacia" es la muerte.
La muerte no se experimenta en la muerte del otro. La muerte del otro es simplemente una referencia, un eco del "hacia".
La muerte se experimenta en el diálogo con los muertos que nos comprometimos a mantener vivos en nuestra interioridad.
Este diálogo nos prepara para la muerte.
Esta posibilidad de instaurar un diálogo entre vivos y muertos nos insta a ver un elemento de continuidad entre vida y muerte.
Nadie puede negar que la vida pertenece a la muerte así como a la muerte pertenece la vida.
Ya esta proposición hace claro que entre vida y muerte hay un elemento de indiferencia que es continuativo (la continuidad).
Por esta razón, la muerte no es la extinción del ser humano, sino la continuación suya a lo largo de este elemento de indiferencia (continuidad) a las dos condiciones que permite la continuación del ser humano mismo en esta condición en sí misma; así que a través del elemento continuativo indiferente "color" el ojo puede pasar desde el verde al rojo.
Nadie puede negar que la vida pertenece a la muerte así como a la muerte pertenece la vida.
Ya esta proposición hace claro que entre vida y muerte hay un elemento de indiferencia que es continuativo (la continuidad).
Por esta razón, la muerte no es la extinción del ser humano, sino la continuación suya a lo largo de este elemento de indiferencia (continuidad) a las dos condiciones que permite la continuación del ser humano mismo en esta condición en sí misma; así que a través del elemento continuativo indiferente "color" el ojo puede pasar desde el verde al rojo.
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