No quiero decir que la Nada no existe; digo solamente que cuando se tienen valores, se reza o se escucha la palabra de Dios, no hay la Nada —ni alrededor, ni abajo, ni sobre, ni adelante, ni atrás de ti.
Se puede caer por un tiempo indefinido en la desesperación sin desmoronarse en la Nada.
En la condición humana, que es algo más que existir como un animal, no hay la Nada; hay desesperación, la desesperación de vivir sin valores, sin futuro, sin… algo.
Eso sí, pero no hay la Nada.
El hombre de Heidegger (Dasein) es un hombre deshumanizado, sin esperanza, reducido a la estructura de un existir sin humanidad (en mi opinión, el hombre de Heidegger representa el triunfo del nihilismo: un hombre sin interioridad, sin alma, sin espíritu que simplemente existe, estructuralmente).
¿Qué es el espíritu?
El espíritu del hombre es algo compuesto. Está formado por nuestro pre-ocuparnos de las cosas y de los seres humanos.
Nos relacionamos con las cosas a través de nuestro espíritu, que ya es un espíritu compuesto no solo de nuestra relación con las cosas, sino también de nuestra relación con las personas encontradas previamente. Somos un espíritu viviente compuesto por los espíritus vivientes con los que nos hemos intercambiado y relacionado antes, y según el eco de esos vínculos previos, nos acercamos a las cosas.
De esta manera, lo que es más privado se hace público, se dirige hacia (es de cara a) las cosas que están alrededor del hombre.
El espíritu tiene en sí la capacidad de escuchar la palabra de Dios, pero esta capacidad pertenece sobre todo al hombre interior. Y muchos hombres se niegan esa capacidad porque no la tienen: no poseen ninguna forma de gracia preventiva y ni siquiera están interesados en buscarla: εἰς ὃ ἐφθάσαμεν, τῷ αὐτῷ ⸀στοιχεῖν "conforme a lo que hemos llegado, marchemos en el mismo orden.” (Phil 3, 15-16)
El espíritu del hombre es algo compuesto. Está formado por nuestro pre-ocuparnos de las cosas y de los seres humanos.
Nos relacionamos con las cosas a través de nuestro espíritu, que ya es un espíritu compuesto no solo de nuestra relación con las cosas, sino también de nuestra relación con las personas encontradas previamente. Somos un espíritu viviente compuesto por los espíritus vivientes con los que nos hemos intercambiado y relacionado antes, y según el eco de esos vínculos previos, nos acercamos a las cosas.
De esta manera, lo que es más privado se hace público, se dirige hacia (es de cara a) las cosas que están alrededor del hombre.
El espíritu tiene en sí la capacidad de escuchar la palabra de Dios, pero esta capacidad pertenece sobre todo al hombre interior. Y muchos hombres se niegan esa capacidad porque no la tienen: no poseen ninguna forma de gracia preventiva y ni siquiera están interesados en buscarla: εἰς ὃ ἐφθάσαμεν, τῷ αὐτῷ ⸀στοιχεῖν "conforme a lo que hemos llegado, marchemos en el mismo orden.” (Phil 3, 15-16)
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